sábado, junio 24, 2006

Deteniéndome, con tu ayuda.

Estuve en la antesala de la adicción y se me pronunció la sociedad de las rectitudes. Esa que no hace más que estar adicta a las inclemencias de un mundo esteriotipado, y cargado de mensajes para que el consumo se eleve, al máximo de estar tan compungido con las carencias que, de un momento a otro, pasa a revelarse y contraponerse a una acción denostada y –sin poder negarlo- demasiado elevada para hombres y mujeres de poco corazón y fe.

Éste es un mundo que ha sido forjado con el sufrimiento y el sacrificio de muchos. Individuos que se sacrificaron en pro de un futuro mejor para los que vendrían de ellos; sin embargo, en muchos casos las carreras por avanzar y dejara atrás las claves de un desarrollo, merman sin compasión la construcción de las vidas.

El ser humano de hoy no tiene la capacidad de escribir su historia. Corre desaforadamente por entre los recovecos del éxito, el cual se escurre rápido entre demasiados factores que indican, constantemente, que falta algo.

Hoy, espero no estar equivocado con mi accionar. Estoy negando una actividad de la que me enorgullecí en un momento, pero hoy no me está sirviendo de nada y me aleja demasiado de quienes son la verdadera motivación para caminar en ésta vida de incertidumbres y bruma espesa.

Dejaré de contemplar el mundo con un ralentí exquisito y fabulosamente lleno de factores que no los tendré nunca inmerso dentro de ésta vorágine de sociedad. Lo hago con el afán de poder estar, nuevamente, al lado de los que vieron en mí una buena persona y mantuvieron sus posiciones aunque mis vacilaciones los angustiaban y compungían.

No he llegado hasta acá por voluntad propia, sino, empujado por los eventos que no hacen más que indicarme el error y los sentimientos de pena que florecen entre mis amados. Espero no tardarme mucho en ésta acción, dado que las circunstancias caminan sin yo poderlas contener y solamente quiero verme al lado de mi familia quienes, mutuamente, nos debemos sostener.

 
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